lunes, octubre 09, 2006

La Casa de Bernarda Alba


Mujer 1: Salud para rogar por su alma. (Van desfilando) Mujer 3: No te faltará la hogaza de pan caliente. Mujer 2: Ni el techo para tus hijas. (Van desfilando todas por delante de Bernarda y saliendo. Sale Angustias por otra puerta, la que da al patio) Mujer 4: El mismo trigo de tu casamiento lo sigas disfrutando. La Poncia: (Entrando con una bolsa) De parte de los hombres esta bolsa de dineros para responsos. Bernarda: Dales las gracias y échales una copa de aguardiente. Muchacha: (A Magdalena) Magdalena... Bernarda: (A Magdalena, que inicia el llanto) Chist. (Golpea con el bastón.) (Salen todas.) (A las que se han ido) ¡Andar a vuestras cuevas a criticar todo lo que habéis visto! Ojalá tardéis muchos años en pasar el arco de mi puerta. La Poncia: No tendrás queja ninguna. Ha venido todo el pueblo. Bernarda: Sí, para llenar mi casa con el sudor de sus refajos y el veneno de sus lenguas. Amelia: ¡Madre, no hable usted así! Bernarda: Es así como se tiene que hablar en este maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que esté envenenada. La Poncia: ¡Cómo han puesto la solería! Bernarda: Igual que si hubiera pasado por ella una manada de cabras. (La Poncia limpia el suelo) Niña, dame un abanico. Amelia: Tome usted. (Le da un abanico redondo con flores rojas y verdes.) Bernarda: (Arrojando el abanico al suelo) ¿Es éste el abanico que se da a una viuda? Dame uno negro y aprende a respetar el luto de tu padre. Martirio: Tome usted el mío. Bernarda: ¿Y tú? Martirio: Yo no tengo calor. Bernarda: Pues busca otro, que te hará falta. En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Haceros cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo. Mientras, podéis empezar a bordaros el ajuar. En el arca tengo veinte piezas de hilo con el que podréis cortar sábanas y embozos. Magdalena puede bordarlas. Magdalena: Lo mismo me da. Adela: (Agria) Si no queréis bordarlas irán sin bordados. Así las tuyas lucirán más. Magdalena: Ni las mías ni las vuestras. Sé que yo no me voy a casar. Prefiero llevar sacos al molino. Todo menos estar sentada días y días dentro de esta sala oscura. Bernarda: Eso tiene ser mujer Magdalena: Malditas sean las mujeres.